diciembre 11, 2005

ALIMENTÁNDOLOS PARA CRECER: NUTRICIÓN EN LA INFANCIA (PARTE I)

Durante la etapa temprana de la infancia, la nutrición juega un papel mucho más importante que el simple hecho de nutrir, teniendo un rol primordial en los aspectos sociales, emocionales y psicológicos de sus vidas. Los niños necesitan los mismos nutrimentos que los adultos, simplemente varía la cantidad y, al igual que un adulto necesitan energía que se obtiene de la comida pero esta depende de su peso y su edad.
Incluso es probable que niños y adultos tengan los mismos gustos por ciertos alimentos, pero puede haber diferencia entre la manera de prepararlos, la forma del alimento o las combinaciones, por ejemplo a un adulto le gusta la papa al horno y al niño las papas fritas.
Es un hecho que el ritmo de crecimiento de los niños entre los 2 y 6 años es mucho más lento que el de los bebés, pero de igual forma necesitan energía y nutrimentos para poder realizar todas las actividades de su día y tener reservas para la siguiente etapa de su vida. Este es un punto preciso de recalcar, ya que muchos papás se preocupan cuando su hijo de 3 años no quiere comer y precisamente se debe a que como ya no crecen tan rápido necesitan menos calorías y además están en una etapa donde la comida pasa a segundo término y más bien se dedican a explorar y conocer sus alrededores y usar la comida como un medio para acoplarse en la sociedad, por lo que si tu hijo tiene días con más apetito y otros con menos, no es de mayor preocupación siempre y cuando no notes que baja mucho de peso o deja de crecer.
Como padres también debemos entender que aunque ya no son bebés, tampoco son adultos, por lo que sus porciones deben ser acordes a su tamaño y sus necesidades, ya que por la sociedad en que vivimos fuimos educados a que tenemos que dejar el plato limpio para que la comida no se desperdicie. Para formar buenos hábitos desde chicos un punto básico es no forzar a los niños a comer si no quieren y menos a crearles desde chicos el hábito de comer porciones grandes, ya que se ha visto que estas son las causas principales de obesidad infantil. Debemos respetar cuando un niño dice “suficiente” ya que en ellos todavía no existe la “gula” y saben escuchar bastante bien a su estomago, por lo que hay que conservar este don. Cuando vemos que un niño empieza a jugar con la comida, se nota distraído o manda señales de que ya no quiere más, es momento de quitarles el plato o dejar que se levanten de la mesa.
A continuación les menciono algunos tamaños de porciones que el Centro de Control de Enfermedades y Prevención (CDC) recomienda para niños entre 2 y 6 años:
* 1 o 2 piezas de brócoli
* 1/3 a 1/2 taza de verduras cocidas
* 1/2 taza de salsa de jitomate
* 5 a 7 zanahorias “baby”
* 1/3 a 1/2 taza de melón o puré de manzana
* 5 a 7 fresas
* 1 mandarina chica
* 1/2 a 1 taza de yogurt o leche semi-descremada
* 1/3 a 1/2 taza de arroz, pasta o puré de papa, cereal de caja o leguminosas
* 1 hamburguesa de res o pollo de 60 g
* 1/4 taza de carne molida (res, pavo o pollo)
* 1 pieza de huevo
* 1 o 2 palitos de pan
* 4 o 5 galletas de animalitos
* 1/2 a 1 rebanada de pan o de bolillo
Se recomienda siempre servirles menor cantidad de comida del que creemos que van a comer y dejar que ellos decidan si quieren más.
Debido a que la capacidad de su estomago es pequeña, se considera que los niños necesitan comer de 5 a 6 veces al día –comidas pequeñas- por lo que es bueno darles colaciones o refrigerios saludables. Además los niños suelen ajustarse muy bien a las rutinas, por lo que desde pequeños debemos crearles el hábito de tener horarios de comidas establecidos y no dejarlos comer a cualquier hora –dulces antes de la cena- ni en cualquier lugar –en la cama o parados- ya que esto ayuda a que tengan mejores hábitos alimentarios y se vea reflejado en su estado nutricio de adultos.
Recuerda que como padre, cae en ti toda la responsabilidad de la nutrición de tus hijos y para lograr que esta sea un éxito necesitas reconocer y respetar que entre ti y tu hijo hay diferencias, pero depende de ti que el o ella –desde chico- forme buenos hábitos alimentarios, aprendiendo a tomar decisiones sobre los alimentos que mejor le convienen y dejando que ellos mismos decidan cuanto deben consumir.

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