marzo 25, 2007

¿POR QUÉ LAS DIETAS NO FUNCIONAN?

Nadie dijo que hacer una dieta es algo sencillo, requiere de mucha fuerza de voluntad y tener objetivos bien planteados La idea de empezar una dieta generalmente gana fuerzas los lunes por la mañana -aunque seguramente para el jueves ya la rompimos-, como propósito de año nuevo, antes de irnos a la playa o muy probablemente al regresar de unas vacaciones “bien comidas”. El gran error que ocurre desde antes de ponernos a dieta es que el simple hecho de pensar en que vamos a estar a dieta nos causa un “shock” y por nuestra mente pasan todos los “y sí”…”y sí no bajo lo suficiente”, “y sí vuelvo a subir todo lo que baje”, “y sí no aguanto porque me muero de hambre”, “y sí tengo una comida y rompo la dieta”; los pretextos son infinitos y la realidad es que desde antes de empezar ya fracasamos con la dieta.
La principal razón por la que la mayoría de las dietas no funcionan es porque son temporales y no se hacen cambios permanentes en nuestro estilo de vida, es decir en nuestra alimentación y nuestra actividad física. Es común que pensemos que una vez que ya terminamos la dieta o bajamos lo que queríamos podemos regresar a comer lo mismo que antes o suspender el ejercicio, pero esto no es lo correcto ya que si lo hacemos es probable que el peso perdido lo recuperaremos.
Además cuando uno se propone bajar de peso, es común que las metas que se plantean no sean muy reales, como el querer bajar 10 kilos en un mes o ponerse un peso específico al que se quiere llegar. Hay que recordar que el metabolismo de cada persona es diferente y que a más edad éste se vuelve más lento e incluso sí un conocido bajó 10 kilos en 2 meses, eso no garantiza que yo me tarde lo mismo. Es importante plantear metas reales y alcanzables, sin poner en riesgo nuestra salud y sin que sea un sacrificio tan grande que nos tenga de mal humor todo el día y sin poder salir de casa por la “dieta tan específica”.
Otro gran error que cometemos cuando nos ponemos a dieta es creer que sí no morimos de hambre la dieta no esta funcionando y es completamente al revés, no es necesario pasar hambre y angustias por una dieta que además es probable que ni este funcionando. Hay que recordar que las dietas deben ser individualizadas y calculadas en base a nuestra edad, estatura, sexo, peso y actividad física y si hacemos una dieta muy baja en calorías además de pasar mucha hambre y malos ratos, es probable que por tener tan poca energía no nos ayude a bajar de peso porque nuestro cuerpo entra en un estado de resistencia o sobrevivencia e incluso podemos llegar a subir de peso. No por estar a dieta significa que no podemos consumir “comida divertida”, simplemente hay que tratar de reducir nuestras porciones y limitar el consumo de azúcares y grasas.
Otro error es creer que si hago mucho ejercicio puedo comer la cantidad que quiera de comida y aunque éste si nos ayuda a bajar de peso, es casi imposible quemar todo lo que comemos con hacer 2 horas de ejercicio al día. Además hay que ver el ejercicio como una actividad que no sólo nos ayuda a bajar de peso sino que nos da más energía, nos ayuda a relajarnos y librar el estrés y a mejorar nuestra salud y prevenir enfermedades. Aunque sí por el otro lado creemos que por no hacer ejercicio mejor le corto más calorías a mi alimentación, esto tampoco es la solución, ya que realmente ¿cuantas calorías vamos a poder recortar y a expensas de qué? sin dejar de olvidar de nuevo lo bueno que es el ejercicio para nuestra salud.
Finalmente debe quedar claro que no hay razón para martirizarnos y pasar malos ratos por estar a dieta, tampoco debemos castigarnos, por ejemplo, que un día hayamos comido una rebanada de pizza y de castigo ya no comemos nada el resto del día. El cuerpo no funciona así y esto a lo único que nos lleva es hacia malos hábitos. Es común que tengamos días más difíciles donde quizás estuvimos más estresados, tuvimos algún evento, no pudimos hacer ejercicio o nos dio un enorme antojo de un helado, pero no por esto todo el trabajo se vino abajo y más bien hay que seguir adelante con una actitud positiva y mantenernos continuamente motivados. Recordemos que cuando nos ponemos a dieta hay que verlo como un cambio permanente en nuestra vida y no como algo temporal.

marzo 18, 2007

LOS DIFERENTES TIPOS DE ACEITES

Hoy en día encontramos una enorme variedad de aceites comestibles y con tanto bombardeo de información difícilmente podemos hacer una elección correcta en cuanto a las propiedades de cada aceite. Estoy segura que todos estarán de acuerdo en que el que más fama ha obtenido es el aceite de oliva por ser una grasa monoinsaturada. Sin embargo éste no es el único aceite que ayuda a mejorar el sabor de la comida…y la salud, a continuación les doy una amplia descripción de los diferentes aceites y su uso recomendable:
Aceite de oliva: Como ya mencioné es una grasa monoinsaturada que ayuda a que baje el colesterol malo “LDL” y aumente el bueno “HDL”, además es rico en antioxidantes los cuales ayudan a disminuir los riesgos de enfermedades crónicas como el cáncer. Lo más recomendable es escoger el extra-virgen y su uso esta ampliamente recomendado en crudo, para ensaladas o verduras y aún queda controversia si al calentarlo su estructura se modifica y se convierte en una grasa saturada, aunque los últimos estudios demuestran que esto no sucede y es seguro consumirlo caliente.
Aceite de canola: Aceite con sabores naturales que se obtiene del prensado de la semilla de colza, pariente de la planta de mostaza y básicamente es una grasa monoinsaturada. Se recomienda usarse para aderezos para ensaladas, cocinar en general y hornear, ya que se ha visto que con la temperatura su estructura no cambia.
Aceite de girasol o cártamo oléico: Aceite que contiene semillas de girasol o cártamo ricas en ácido oléico, el cual contiene altos niveles de grasas monoinsaturadas y por lo tanto beneficia la salud. Se recomienda para usarse a altas temperaturas.
Aceite de maíz o soya: El primero es el más usado y ambos suelen ser los más económicos, sin embrago no es muy recomendable su uso ya que contienen más grasas poliinsaturadas –que pueden disminuir tanto el LDL y el HDL- y un poco más de grasas saturadas que el de oliva o canola. Además se ha visto que a altas temperaturas el aceite de maíz se humea y puede producir sustancias tóxicas.
Aceite de semilla de uva: Este aceite se obtiene del prensado de las uvas, después de que se usaron para hacer el vino. Debido a que contiene más cantidad de grasas poliinsaturadas que monoinsaturadas se recomienda usarse en pocas cantidades y su mejor uso es a altas temperaturas, hornear y saltear.
Aceite de ajonjolí: Este es un aceite básicamente poliinsaturado, por lo que su uso debe ser en moderación, pero da muy buen sabor a la comida, principalmente en platillos asiáticos y orientales. Se recomienda usarse en sopas o platillos sofritos (estilo stir fry) o en ensaladas.
Aceite de cacahuate: Este se utiliza muy poco y su sabor puede ir desde un sabor “cacahuatoso” ligero hasta fuerte y es una combinación de grasa saturada, moni y poliinsaturada por lo que su uso no es altamente recomendable aunque es útil para cocinar a altas temperaturas.
Aceite de nuez: Aceite poco común por ser bastante caro, aunque es muy saludable ya que contiene ácidos grasos omega-3 y su sabor es muy agradable en aderezos para ensalada.
Aceite de palma y coco: Manténganse alejados de estos aceites, son básicamente grasas saturadas! son comúnmente usados por ser baratos y dar un buen sabor y consistencia a la comida, pero de igual forma de mala calidad. No quisiera quitarles el antojo pero las palomitas del cine estas están bañadas de aceite de palma, así que a la siguiente vez mejor opten por llevárselas de la casa.
Como verán la variedad es amplia, pero personalmente mi recomendación es consumir aceite de oliva, canola u oléico ya que son los que más grasa monoinsaturada contienen. Los aceites deben guardarse en un lugar fresco donde no les llegue directo la luz o calor. Cualquiera que sea su elección hay que consumirlo en moderación, ya que aunque el aceite de oliva es benéfico para la salud el consumirlo a cucharadas nos estará aumentando enormemente nuestra ingesta de calorías.

marzo 11, 2007

MITOS RELACIONADOS AL SOBREPESO

Mito 1: ¿Saltarme comidas o hacer ayunos prolongados me ayuda a bajar de peso?
La realidad es que mientras más tiempo dejemos pasar entre una comida y otra, más riesgo tenemos de subir de peso, ya que el organismo siendo tan inteligente sabe que algo “raro” esta pasando y que no está obteniendo toda la “gasolina” -energía- que necesita, por lo que se vuelve mucho más eficiente y empieza a almacenar todo lo que recibe y lo deja de reserva para esas ocasiones en que pasan 8 o 10 horas entre una comida y la otra. Lo que ocurre es que después del lapso del ayuno, la siguiente comida que comamos se nos va a acumular por completo, porque el cuerpo es muy sabio y sabe que necesita ese “colchoncito” para realizar las actividades diarias.
Mito 2: ¿Comer entre comidas me hace engordar?
Obviamente este mito podría convertirse en realidad sí lo que comemos entre comidas son alimentos con muchas calorías y grasa o mucha comida – como pastelitos, pan dulce, papas, frituras, entre otras- pero si lo que hacemos es dejar de comernos algo del desayuno, la comida o la cena para media mañana o media tarde –como una fruta, una barra de cereal o un yogurt- nuestro consumo se compensa y estaríamos en un balance equilibrado en cuanto al consumo de calorías. Además el comer entre comidas nos beneficia en que nuestro metabolismo está más activo y que al momento de llegar a la comida o la cena no estamos con tanta hambre como para devorar lo que nos ponen en la mesa (la canasta de pan por ejemplo¡?)
Mito 3: ¿Tomar mucha agua me hace bajar de peso?
Falso… lo más probable es que nos ocasione ir más veces al baño y nos haga sentir más ligeros, pero es completamente falso que el agua quema grasa o que te hace bajar de peso. Definitivamente es indispensable tomar al menos 6 u 8 vasos de agua al día ya que nuestro cuerpo esta compuesto en su mayoría por esta sustancia y necesitamos estar reponiendo la que perdemos a lo largo del día con acciones como la respiración, la digestión, la sudoración y la orina. Es importante mencionar que el agua no sustituye a ningún alimento, ya que no nos aporta calorías ni nutrimentos pero sí nos mantiene hidratados.
Mito 4 : ¿Las dietas altas en proteína promueven una rápida y permanente pérdida de peso?
Las dietas altas en proteína si pueden resultar en una rápida pérdida de peso, pero rara vez es permanente. Con estas dietas, la mayor cantidad de peso que se pierde en un principio es básicamente agua y ya cuando se ha perdido bastante peso se baja grasa y masa muscular, pero a expensas de perder mucho músculo y a obtener glucosa de una manera que perjudica –y le cuesta- mucho al organismo, produciendo cuerpos cetónicos que son sustancias toxicas dañinas para el cerebro. Además, muchas de estas dietas no están supervisadas, por lo que no se logran cambios de hábitos y en el estilo de vida, por lo que es muy probable que el peso se recupere al suspender la dieta.
Mito 5: ¿Si hago mucho ejercicio puedo comer todo lo que quiera?
El ejercicio no es un milagro para bajar de peso ni mucho menos la clave para que al hacerlo podamos comer todo lo que queramos y en la cantidad que queramos. Nuestro cuerpo es como una balanza, si esta se inclina hacia el lado positivo significa que vamos a ganar peso por que nuestro consumo está siendo más alto que nuestro gasto, mientras que sí se inclina hacia el lado negativo es que nuestro consumo es menor al gasto y seguramente bajaremos de peso y esto aplica para el ejercicio, a menos que nuestro gasto este siendo tan alto o igual que nuestro consumo nos mantendremos en nuestro peso, pero es muy probable que por más que hagamos 2 horas de ejercicio al día no compensaremos el que podamos comer donas, papas y refrescos todos los días.

marzo 04, 2007

¿ME DIO DIABETIS POR UN SUSTO?

Es probable que la mayoría de ustedes ha escuchado a varias personas diabéticas explicar que les dio esta enfermedad por un “susto”; quizás muchos estarán de acuerdo y otros pensarán que más bien suena a cuento de abuelitas, pero ¿qué tan cierta será esta creencia?... lo cual veremos a continuación.
Primero que nada, es importante resaltar que el término correcto de esta enfermedad es diabetes -específicamente Diabetes Mellitus- ya que erróneamente muchas personas la llaman diabetis.
La diabetes mellitus es una enfermedad caracterizada por hiperglucemia (niveles elevados de glucosa) ocasionada por defectos en la secreción y/o acción de la insulina. La insulina es una hormona cuya función es hacer que la glucosa que se encuentra circulando en la sangre –producida por los alimentos que ingerimos- pueda entrar a las células para poderla utilizar en forma de energía y poder hacer nuestras actividades diarias de la vida. El órgano responsable de producir la insulina es el páncreas; en algunas personas ocurre que no hay suficiente producción de insulina por lo que la glucosa no puede entrar a las células (estas personas necesitan de manera indispensable insulina), mientras que otras personas si tienen insulina pero sus receptores no están funcionando bien y además de tener niveles altos de glucosa porque la insulina no puede cumplir su función, también comienzan a tener niveles altos de insulina (a estas personas se les recomienda llevar una dieta correcta y hacer ejercicio para lograr que los receptores sean más sensibles y la insulina pueda actuar).
Regresando al punto en que sí la diabetes da por un susto, quizás sí hay algo de cierto detrás de esto, una vez explicado lo siguiente: Además de la insulina, hay otras hormonas encargadas de que nuestro organismo siempre tenga la suficiente cantidad de glucosa –energía- incluso en los periodos en que estamos en ayuno o dormidos. Estas hormonas, conocidas como glucorreguladoras, son las encargadas de que una vez que ya se nos terminó la glucosa que obtenemos de los alimentos y que entra a la célula, la podamos seguir obteniendo; es decir, que a partir de la glucosa que vamos acumulando en el músculo o en el hígado, podemos obtener más glucosa para aguantar el ayuno de la noche o cuando pasamos varias horas sin comida. El problema en el caso de las personas con diabetes es que su organismo nunca –o pocas veces- registra que ya tiene suficiente energía –glucosa- ya que ésta no entra a las células y el cuerpo registra como si no hubiera, por lo que estas hormonas la empiezan a producir o sintetizar –o sacándola de las reservas- y se nos sigue acumulando más glucosa. Es importante mencionar que estás hormonas se activan cuando estamos en situación de estrés o de peligro, traduciéndolo en susto, por lo que en el fondo, cuando estamos con mucho estrés o hemos tenido un fuerte susto es probable que produzcamos más glucosa y por el mismo susto quizás acudimos al doctor y es ahí cuando detectan la diabetes. Sin embargo, esta no es la causa primara; puede ser que el susto desencadenó el problema que ya se venia “cocinando” pero anterior a este susto la persona tuvo que haber estado con algún daño en su páncreas o en la acción de la insulina y quizás con otros riesgos como obesidad, hipertensión, dislipidemias, entre otras.