julio 25, 2004

¿SÍ ME SALTO UNA COMIDA, BAJO DE PESO?

Esta es una de las preguntas más comunes con las que me encuentro tanto en las consultas que doy como de gente que conozco. Continuamente escucho decir a mucha gente… “yo no desayuno para no engordar” ó “mejor no ceno para limpiar mi cuerpo”. Temo desilusionarlos, pero esto es completamente falso y es uno de los mitos más grandes que se ha creado en nuestra sociedad.
La realidad es que mientras más tiempo dejemos pasar entre una comida y otra, más riesgo tenemos de subir de peso, ya que el organismo siendo tan inteligente sabe que algo “raro” esta pasando y que no está obteniendo toda la “gasolina” -energía- que necesita, por lo que se vuelve mucho más eficiente y empieza a almacenar todo lo que recibe y lo deja de reserva para esas ocasiones en que pasan 8 o 10 horas entre una comida y la otra. Lo que ocurre es que después del lapso del ayuno, la siguiente comida que comamos se nos va a acumular por completo, porque el cuerpo es muy sabio y sabe que necesita ese “colchoncito” para realizar las actividades diarias.
Además, muchas horas de ayuno pueden ser muy dañinas para el sistema nervioso en particular. Todo el organismo y sobretodo el cerebro necesitan permanentemente energía, glucosa y proteínas y sí omitimos algún alimento durante el día podemos poner en riesgo nuestro estado de salud.
La glucosa, que es la fuente principal de energía de nuestro organismo, se rompe por medio de un proceso llamado glucólisis para de esta manera poder usarse como energía y quedar circulando en la sangre por aproximadamente 4 a 6 horas. Sin embargo, nuestro organismo no convierte toda la glucosa en energía al mismo tiempo. Cuando el cuerpo “registra” que el nivel de glucosa en sangre ya llegó a lo normal, la insulina (hormona del páncreas) manda una señal al hígado, músculos y otras células para que la almacenen; incluso, cuando nuestro consumo de caloría es excesivo, esta glucosa se convierte en grasa. La glucosa es almacenada como glucógeno en el hígado, para usarse como energía y, en el músculo, se almacena en forma de proteína para realizar actividad física. Así, cuando pasan varias horas entre una comida y otra, otra hormona llamada glucagon, convierte de nuevo el glucógeno en glucosa para usarse en ese momento como energía, que es precisamente lo que sucede durante la noche cuando permanecemos de 10 a 12 horas en ayuno. Pero este proceso es muy “costoso” para nuestro cuerpo y realmente las reservas son pocas y se acaban rápido. Es por eso que constantemente le tenemos que estar “poniendo gasolina” para evitar acabarnos el glucógeno que se tiene de reserva, ya que sí se termina el glucógeno del hígado, empezamos a usar el de otros tejidos. En los casos de ayunos prolongados el organismo hace una movilización de la “gasolina” y, lo curioso es que se tienen prioridades en la forma en que va obteniendo energía de otros lados. Lo que más “protege” es al cerebro para que se mantenga la producción de linfocitos y eritrocitos y no haya daño en el sistema nerviosos; su segunda prioridad es el músculo, que aunque aquí hay reservas de glucógeno, estas solamente se usan en casos muy extremos de ayuno porque la proteína no es una buena fuente de energía inmediata. Por lo que como única reserva queda usar los ácidos grasos –tejido adiposo- que aunque después de que se convierten en glucosa para usarse como energía, terminan liberando cuerpos cetónicos que son sustancias tóxicas que se van al cerebro y causan los daños a nivel neurológico; si recordamos el artículo de “Las dietas mágicas”, es precisamente lo mismo que ocurre con las dietas cetogénicas.
De ahí la importancia de tratar de hacer 3 comidas completas al día y comer algo ligero entre comidas, ya sea una fruta o verdura, un pan o un yogurt, para evitar los ayunos prolongados y que pasen muchas horas entre una comida y otra. Nuestro cuerpo es sumamente inteligente y, no es solamente por tradición hacer estas 3 comidas, ya que como mencioné al principio, la glucosa circula en nuestra sangre por máximo 6 horas lo cual es normalmente el tiempo que dejamos pasar entre una comida y otra. Finalmente, la moraleja del cuento es ¿para qué jugar con fuego?, sí finalmente el saltarse una –o muchas- comida no va a hacer que bajemos de peso y la teoría de limpiar el cuerpo con ayunos más bien produce que se formen los famosos cuerpos cetónicos, lo que termina poniendo en riesgo a nuestra salud.

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